
La transformación de los vampiros de aterradores asesinos chupasangre en almas incomprendidas, sensibles y emotivas se completó con la reciente saga “Crepúsculo” (Twilight).
Brendan O’Neill / BBC Mundo / Iglesia En Marcha.
http://www.iglesiaenmarcha.net
¿En qué piensa usted cuando escucha la palabra vampiro?
Brendan O’Neill / BBC Mundo / Iglesia En Marcha.
http://www.iglesiaenmarcha.net
¿En qué piensa usted cuando escucha la palabra vampiro?
Hombres con capas negras, rostros pálidos, colmillos salientes y un deseo insaciable de sangre humana, misteriosos transilvanos que duermen en ataúdes durante el día y aletean en la noche cual murciélagos; a lo mejor ve imágenes de muertos vivientes, que huyen del ajo y a los que sólo se les puede matar clavándoles una estaca de madera en el corazón.
Eso era antes. Los vampiros de ahora, como decíamos, se han transformado. Ya no son aquellos tipos sospechosos con acento extranjero y hábitos alimenticios aún más extraños. Ahora son unos muchachos súper chéveres, objeto de la lujuria femenina y de la envidia masculina.
“Crepúsculo”, la saga, es una serie de novelas adolescentes sobre vampiros de la escritora estadounidense Stephanie Mayer. Cuenta la historia de Bella, que se enamora de Edward, un vampiro de 108 años que parece de 17. Edward no es el típico Drácula muerde-pescuezos. No. Es un muchacho buen mozo y vestido a la moda, además de “vegetariano”.
No es un cuento de terror, sino de heroica circunspección. Al parecer, el vampiro ya no es más un depredador en busca de humanos desprevenidos. Al contrario, ahora es el símbolo del celibato y el sentido común.
En realidad, el vampiro es un símbolo muy flexible de cosas muy distintas. Para Milly Williamson, autora de un libro sobre la fascinación sobre los vampiros, los cambios culturales en la representación de los vampiros revela mucho sobre la propia sociedad que la genera.
En el periodo Romántico se consideraba al vampiro como un ser lleno de sufrimiento; en los ’70, el vampiro adquirió una imagen fresca, de muchacho travieso, exótico y sexy. Más interesante es que en los ’80 el vampiro hasta llegó a convertirse en símbolo de los valores familiares.
Para Williamson, la clave en estos cambios es que estos personajes forman parte de un movimiento contracultural que acoge a los de afuera en lugar de denigrarlos. Es decir, que lo que ha cambiado no es tanto el vampiro, sino nuestras actitudes hacia ellos, hacia los excluidos. De hecho, investigadores afirman que, la palabra “vampir” era un término eslavo para describir a los herejes, los que estaban fuera de la comunidad cristiana.
Llevando esto al mundo real podemos ver que existen personas catalogadas como diferentes, solo por no verse o comportarse según los parámetros “normales” de la sociedad; pero, estas personas aun cuando parezcan distintas también son creación de Dios y como cristianos debemos mantener una actitud de aceptación hacia ellas, porque aun cuando la sociedad les rechace, el Padre les ama. No olvidemos lo que Jesús nos enseño: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22: 39), y esto no sólo se aplica a las personas que integran la comunidad cristiana, sino también a quienes profesan creencias distintas y que quizá solo están a la espera de nosotros para conocer del amor de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario